Hablemos de Los Pazos de Ulloa de Emilia Pardo Bazán (Complementaria)


Me gusta mucho la sensación de empezar un libro por una clase y que se acabe convirtiendo en una de mis mejores lecturas del año. Este ambiente de pueblo me recuerda mucho a las historias que me cuentan mis abuelos, aunque la de este libro sea de una época más alejada, porque los dos son de pueblos pequeños a los que no llegó la industrializción y vivían de una manera similar. En general me gustan mucho los libros que hablan de la España más pueblerina, más castiza, porque para mí es un mundo muy lejano ya. 

Los Pazos de Ulloa se sitúa en época de caciques, de grandes nobles que imponen su ley como casi divina en las tierras que les pertenecen, donde la mujer seguía prácticamente relegada al matrimonio y los hijos. En este libro, un joven cura busca devolver la pureza cristiana a los Pazos del marqués de Ulloa. No soy cristiana y dudo mucho que me convierta algún día, pero la pasión de Julián por intentar corregir todas las injusticias y maldades de los Pazos es de admirar, aunque lo haga movido por un sentimiento religioso y no tanto social.

Una de las cosas que más destacaría del libro son sus descripciones. No se hacen pesadas y, además, consiguen que te adentres en esa época que solo conoces por historias antiguas que te cuentan. Por ejemplo la descripción de la cocina de los Pazos la primera vez que entra Julián y ve allí a Sabel entre las cazuelas y el fuego; o las fiestas, en las que te describe los trajes, los bailes y las comidas multitudarias que duraban horas. 

Otra diferencia que marca muy bien la autora en estas descripciones es el mundo rural y el mundo urbano de la ciudad de Santiago, las diferencias de vida entre las hermanas y el primo, ya no solo por la diferecia de sexo sino también por dónde se han criado.

Otra parte fundamental de la historia son los personajes y cómo se desarrollan sus vidas. Julián, el cura, es demasiado inocente al principio y luego se da cuenta de que tiene que madurar si quiere de verdad cumplir su objetivo. Me resultó muy curioso que sus costumbres diarias, como asearse o no beber en exceso, son vistas como algo blando o "pijo" cuando deberían ser costumbres de todo el mundo.
Primitivo, por otra parte, es lo que llamaríamos el "garrulo" de pueblo, pero realmente es quien maneja todo y se comporta como si fuera el dueño. Esto también se da porque el marqués de Ulloa, don Pedro, no se impone como el dueño de las tierras. Por mucho que se quejara al principio del poder de Primitivo, él tenía la potestad para hacer lo que quisiera con Primitivo (como hizo con el ama, que la sacó a fuerza de su casa para que cuidara de la niña), pero como es hombre y le sirve para cazar, le dejaba hacer lo que quería y luego sólo se quejaba. 
Finalmente está Nucha, que se ganó todo mi cariño pero también toda mi pena, ¿por que las personas buenas que no buscan dañar nadie acaban teniendo esas vidas? Se merecía a alguien mucho mejor que Don Pedro y que quisiera de verdad a su hija.


El final tengo que decir que me ha dejado un sabor agridulce, pero supongo que no todo es Disney y no siempre hay un "felices para siempre". Aunque hay una cosa que me ha llamado mucho la atención y es que el antepenúltimo capítulo está narrado por Perucho, que en ese momento es un niño, y lo cuenta todo desde su inocencia. Desde su visión ves como llega el desenlace trágico de todos los acontecimietos y como él, a pesar de todo, sólo busca proteger a su hermana. Espero, ya que al final del libro se muestra que él será el heredero Moscoso, que sea mejor persona que su padre y siga cuidando de su hermana. 

Como contenido adicional, las imágenes son sacadas de un adaptación en formato serie que está disponible en la página de RTVE completa. Yo aún no la he visto, pero como me ha gustado tanto la novela, espero verla pronto.



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